Esta expresión hace referencia a lo que te llevas para la caja. Cuando pasen los años y pongas la vista atrás, ¿qué recuerdos vendrán a tu mente? ¿con qué te vas a quedar en la vida?
Desde el atardecer de ayer, se preveía que la última etapa nos traía cosas buenas. Parece que el cielo esperó hasta el último día para darnos su mejor versión.
El trazado para la etapa de hoy recorría unos parajes impresionantes. De esos que disfrutas a cada paso que das, mires donde mires tienes una postal.
La última etapa era poco importante para recortar grandes tiempos. En 12 kilómetros no vas a remontar mucho con respecto al resto de corredores. Sin embargo, también era la etapa donde ya no tienes que reservar nada. Ahora si, lo puedes dar todo. Para Ruymán fue como quitarse la espinita. Aún le pesa la lesión de la tercera etapa y la pérdida de esas dos horas. Si hubiese corrido normalmente en esa tercera etapa, tal vez estaríamos hablando de estar entre los 5 primeros. Pero bueno, como digo, era el momento de correr mucho.
A pesar de ser una etapa con mucha pendiente, Ruymán salió a fuego, se veía fuerte. Con molestias en el gemelo pero ya había corrido dos etapas y media así… una tercera no estaba de más. Se puso primero desde la salida, concentrado en cada zancada y apretando los dientes fue sacando ventaja sobre el grupo de cabeza. Tan solo a falta de 500 metros para la línea de meta, el de siempre, Eric, puso el turbo y lo adelantó por muy poco. Una segunda posición en la última etapa es más que suficiente para irnos con el mejor sabor de boca. Si además, te da para recortar un puesto en la general, pues mejor que mejor.
La merecida medalla ya es suya. Como curiosidad, la medalla realmente es una hebilla para el cinturón al más puro estilo cowboy. Toda la organización celebraba con Ruymán su carrera, le han cogido mucho cariño por cada CP que cruzó con una sonrisa, con una muestra de gratitud, con alguna broma… no es que sea mi hermano pero sin duda era uno de los más queridos en la carrera.
Rafa y Penbin llegaron juntos, como habían pactado. Según me cuenta Rafa, Penbin quería sellar la paz y dejar de luchar en la última etapa. Obviamente, como buen deportista, Rafa cedió y le dijo que no había problemas en ir juntos. Sin embargo, mientras corrían, parecía que el chino no se fiaba de Rafa e iba resoplando y como preparándose para salir rápido. Más de una vez, el español le tuvo que decir: “tranquilo, ¡tranquilo!, llegamos juntos, no te apures, mi palabra es más importante que esto” (también es verdad que le podía decir misa porque el chino no se enteraba de nada). Al final, banderas en mano, llegaron a la meta. En ese momento nuestro amigo asiático rompe a llorar. Para él era muy importante ganar esta carrera después de llevar 6 meses en el dique seco por lesión. Rafa también se nos emocionó un poco y se acordó de su familia y su chica. Eran momentos para eso, la verdad.
De esta experiencia, me quedo con el alucinante paisaje de la carrera, con ver a mi hermano darlo todo, con el afán de superación, con saber que si uno quiere, uno puede. Pero sobre todo me quedo con la gente. Muchas veces, mis amigos de Madrid o de Las Palmas me preguntan como es que conozco tanta gente de diferentes partes del mundo. Una de las razones es esta, compartiendo momentos límite con las personas. Apoyándolos y pasando muchas horas hablando es como se forjan amistades. Muchas veces lejas pero que de vez en cuando se producen reencuentros como si no hubiese pasado el tiempo. Personalmente, con eso me quedo, eso es lo que me llevo “pa’ la caja”.